Que sencillo era para mi decirte una y
otra vez, déjate fluir y ahora que es mi momento de hacerlo, muero
de miedo a cada paso que doy.
Mis miedos, me juegan malas pasadas día
a día y fluyo, me doy un golpe, me levanto y fluyo, como un
manantial que emerge de la tierra, como una sagrada fuente de la
diosa. Como si fuera una hoja arrastrada por una suave corriente, sin
luchar, sin pensar hacia donde su destino la lleva, solo se zarandea,
esquivando cantos rodados, ramas que tocan el rio sutilmente, pero
sin dejar de seguir, y que de un pequeño riachuelo, cae a un gran
rio, y de este rio al mar, donde las olas me mecerán una y otra vez,
hasta alcanzar la orilla donde esta mi destino.
Fluir como la semilla que se deja
arrastrar por las corrientes de aire, elevándose en eternas
espirales, hacia el cielo, sin sabes donde se hallara su nuevo hogar,
sobre que fértil tierra caerá para germinar cuando llegue su
momento.
Y así me dejo llevar, hacia ningún
lugar, y hacia todos.